25.6.10

Disolución y fluidez: Hacia la metamorfosis del individuo contemporáneo

Alejandro Ayos


Los problemas que plasma y profundiza el sociólogo polaco Z.Bauman en su obra “Modernidad Líquida”, dispara un sinnúmero de interrogantes sobre la situación actual: ¿hacia dónde se dirige el hombre hoy? Si es que se dirige hacia alguna parte ...¿es verdad que el orden hasta hace poco conocido(por lo menos en esta parte del globo) ya no existe? Y si es que ese mundo ya no existe, si es que ha desaparecido...¿qué mundo es éste que lo ha venido a reemplazar?

En un primer momento Bauman traza un paralelo obvio entre modernidad y capitalismo y el estado físico de los cuerpos, así es que la antigua fase capitalista es emparentada con el estado”sólido”, mientras que la fase actual del sistema es asociada con el estado “líquido”.

El capitalismo “sólido” que ordenó el mundo hasta las postrimerías de la década del ‘50 del siglo pasado, tenía su sustento en la mancomunión entre capital y trabajo. Capitalistas y trabajadores conformaban, al decir de Bauman, un “matrimonio por conveniencia”, ya que se necesitaban mutuamente: el capitalista para acrecentar su tasa de ganancia, requería del plusvalor obtenido de la explotación laboral, en el otro extremo el obrero necesitaba (y necesita) imperiosamente de su salario, por más magro que éste sea, por la sencilla razón de que sin él su misma vida estaría en peligro y moriría de inanición por no disponer de otro medio de supervivencia.

Así es que el capital en su fase “sólida” estaba ligado al modelo fordista de producción: la planta industrial, y su correlato social: el poder panóptico, es decir, la sociedad disciplinaria. Este modo productivo era también un modelo colectivo de vida para los individuos, o sea, una comunidad que perseguía un objetivo común: el progreso social...más allá de las diferencias o antagonismos de clases o estratos.

Era aquella una sociedad que compartía una misma cosmovisión, un mismo tipo de valores: la familia tradicional, el ahorro, el esfuerzo, el sacrificio, la dedicación en pos de un futuro venturoso y sin incertidumbres. Era la época en la cual un trabajador podía retirarse en la misma empresa donde había comenzado su vida laboralmente activa, en su lejana juventud.

Este complejo “matrimonio” llegó a su punto de quiebre cuando el primero de los “cónyuges”, es decir el capitalista, alcanza su más deseada fantasía: divorciarse de la clase trabajadora, abandonándola a su suerte, sin por esto ver descender su tasa ganancial.

La mutación económica del capitalismo actual es graficada por Bauman con la analogía de los líquidos: un capitalismo escurridizo, impredecible, desconcertante, como un líquido que cae sobre una mesa: nadie sabe hacia dónde se dirigirá éste...

El capitalismo en su fase actual ha huido de la centralidad que siempre había ocupado, llevándose consigo en su fuga al mismo Estado benefactor. Esta nueva fase del capitalismo se basa en la búsqueda de lo que eufemísticamente se ha denominado “mercados emergentes”, que no tienen otra definición que ser sitios propicios y vírgenes donde poder descargar flujos de capital de dudoso origen, convirtiendo de esta forma el mercado mundial en un gran tablero donde se pueden colocar o quitar los mismos a la velocidad de la luz, dejando tras de sí las consabidas consecuencias que aquellos países receptores deberán soportar.


Es que ese parece ser el rol actual del Estado: seducir a los capitales en danza por el mundo, prometiéndoles la perentoria “seguridad jurídica”...ese tal vez sea el único plan económico de cualquier país dependiente (y no tanto) en el mundo de hoy.

Ya no existe el Estado benefactor que tendía un puente entre capital y trabajo como mediador, este tipo de Estado “cesarista” era creación pura del capitalismo “sólido” en su afán de mantener su ligazón con los trabajadores, para asegurar así, su modo de producción y acumulación.


Pero, ¿cuál es el paisaje actual? Las fábricas han quedado vacías, y hoy han devenido en espacios verdes, sitios para personas sin hogar ,o meros símbolos de la inseguridad urbana...Es que estos cambios de tipo estructural han generado a su vez (aunque en silencio) grandes conmociones sociales: por ejemplo, han producido una enorme masa de desempleo en todo el mundo, y la incapacidad (¿es realmente incapacidad, o el destino final del sistema capitalista?) manifiesta de muchos países para crear trabajo genuino. Aquellos que aun poseen su empleo deberán acostumbrarse a una inestabilidad y volatilidad laboral sin precedentes en la era del capital, inestabilidad que se percibe claramente también en los enormes problemas emocionales y psicológicos que el individuo de hoy debe sobrellevar, ya que es él el artífice de sus éxitos, pero también de sus fracasos personales a todo nivel. La vida así se torna en algo insoportable, ya no hay a quien recurrir, o a quien reclamar, vivimos en una sociedad absolutamente fragmentada y atomizada donde cada individuo carga sobre sus hombros una terrible responsabilidad: la de ordenar su vida por su propia cuenta, prescindiendo, para esta tarea, del socorro de la sociedad y del Estado. (¿es esto posible?)

Y justamente ¿qué tipo de hombre puede surgir de este cataclismo económico, sino el más abiertamente individualista? Allí está uno de los puntos centrales del análisis de Bauman: el individualismo deriva de la desaparición del rol del hombre como productor, y del advenimiento de otro tipo humano: el consumidor. La misma imagen o estereotipo clásico del hombre ha sido desdibujada con la aparición del crédito en las primeras décadas del siglo xx, socavando así los ideales del ahorro, el esfuerzo y el sacrificio, democratizando el consumo y haciendo accesible a todos un nivel de vida que hasta ese entonces(década del ´50 en los países centrales) estaba circunscripto a sectores minoritarios de las grandes ciudades.

Al fin tenemos ante nosotros a un ser absolutamente narcisista e indiferente, producto de un consumismo igualitario y liberador, producto también de la democratización total de las relaciones humanas (como consecuencia de la expansión consumista del capitalismo), un ser nuevo creado por la hiper comunicación y devoto de los “mass media” Vemos así en su máximo esplendor al “homo democraticus”

Este nuevo habitante del mundo propenso a la tolerancia de las diferencias y al “psicologismo”a ultranza, supuestamente equilibrado, abiertamente hedonista, de por sí despolitizado y desmovilizado, humorista, relajado, atento sólo al cuidado y purificación de su cuerpo, como último bastión del “yo”,vuelto hacia “lo natural”,siempre atento a apartarse de todo extremo(de cualquier tipo de extremo: ideológico, por ejemplo), es en realidad un ser emocionalmente inseguro y temeroso que vive en su propio desierto, en la más absoluta soledad.

Como entender sino los pedidos por seguridad en las grandes ciudades: no es más que el grito pavoroso de un ser despojado del más mínimo grado de certidumbre sobre su vida cotidiana: incertidumbre laboral, afectiva, incertidumbre sobre el futuro. Es allí donde Bauman introduce el concepto del “poder sinóptico”: el individuo exige a un Estado fantasmal que vuelva a ocupar su rol otrora envestido de autoridad y poder, cuando es el mismo ciudadano el que ha minado la fortaleza estatal en su afán de libertad consumista.

El individuo anteriormente reacio al autoritarismo de las instituciones vigilantes del “poder panóptico”,desaparecido hoy, ha devenido en un “homo videns” que vigila él mismo a sus representantes vía t.v., los observa, los controla...la sociedad disciplinaria ya no existe según su clásica definición, sino que ha metamorfoseado su ropaje, y ha dado paso a un individuo laxo que a su vez, exige al Estado pautas de convivencia social para poder seguir desarrollando su propia vida en solitario, en el marco del fin del contrato social... De allí emana, asegura Bauman, la impotencia de los reclamos actuales sobre inseguridad urbana y demás cuestiones afines: no son más que reclamos individuales, nunca sociales, por eso se difuminan tan rápidamente, ya que detrás de estos reclamos no habita un ser “social” o “unidimensional”al estilo marcusiano ,sino uno egocéntrico, apático y múltiple, refugiado en shoppings y barrios privados para escapar así del “espacio público” habitado por “extraños”, por “el otro”, que es diferente a él y que lo obliga con su sola presencia a interpelarse, sobre todo políticamente.

El encierro, la desconfianza y una atmósfera de enorme ignorancia parece cubrirlo todo...

Para finalizar, unas acertadas palabras de C.Castoriadis...

“Pero sería absurdo tratar de decidir si estamos viviendo un largo paréntesis, o si asistimos al comienzo del fin de la historia occidental en tanto que historia esencialmente ligada con el proyecto de autonomía y codeterminado por éste”.